El dialogo no es un recurso para usar de comodín, cuando las circunstancias extremas lo ameritan, eso sería una forma reactiva de funcionar, cosa muy poco útil en estos tiempos. El dialogo es una forma de conducirse en la vida, es una práctica cotidiana, necesaria y sana; la cual requiere madurez e inteligencia. No se declara en discursos, se ejerce.
Negarse a dialogar, independientemente de las circunstancias, es un acto de escases intelectual, así actúan los criminales más bajos, llevando su violencia hasta los limites, porque no se dan el permiso, de escuchar, las suplicas de sus víctimas; ellos nunca dan espacio ni a la menor pisca de dialogo.
La gran ventaja de tener el dialogo como una competencia, es que se reduce la posibilidad de conflicto, ya que se resuelven (o disuelven) las situaciones, antes de llegar al extremo, lo cual, ya en ese punto, exigirá un esfuerzo mayor, para llegar a los acuerdos necesarios.
Las abuelas, en sus sabios consejos sobre el matrimonio, repetían a sus hijas y nietas, que no se fueran a dormir sin antes haber resuelto, cualquier conflicto que hubiesen tenido durante el día con su pareja. ¿Díganme si esto no es estimular el dialogo como competencia diaria?
Ahora, hago mención de un párrafo del autor Stephen Covey, que se encuentra en su libro “Liderazgo basado en Principios”, al texto dice:
“Hay muchas personas que, cuando están en desacuerdo, o luchan o bien huyen. La lucha puede vestirse de muchas formas, que van desde la violencia y las francas expresiones de furia y odio, hasta el sarcasmo sutil, las respuestas incisivas, las réplicas ingeniosas, el humor despectivo, los juicios y las reacciones. La huida también asume forma diversa. Una de ellas consiste simplemente en retirarse, sintiendo lástima por sí mismo. Esta solución fomenta a menudo el fuego de la revancha y del desquite futuro. También hay gente que huye haciéndose cada vez más fría e indiferente, eludiendo la participación y la responsabilidad.” Fin de la cita.
El autor resume las conductas violentas que surgen, cuando no se comprende, que lo mejor que podría ocurrir en cualquier tipo de situación, es conseguir una solución armónica, y eso comienza por creer y vivir en el dialogo. Este es el recurso más inteligente para evitar la violencia.
El dialogo no es sinónimo de debilidad, tampoco es una plaza para negociar los principios, los principios no se negocian. El dialogo no se usa para medir el poder que se tiene sobre la otra parte; tampoco, es un encuentro de seres humanos elevados sobre el nivel del bien y el mal.
El dialogo es el desnudo de las convicciones, que con inteligencia, se consiguen en los intereses de más alta prioridad, incluso, a pesar de los intentos de saboteos que ponen los apuros particulares. El dialogo busca la verdad, desde la paz, dándole cabida al debate y a la discrepancia, siempre basado en el respeto.
El dialogo legitimo desarma el radicalismos; valida al ausente que necesita ser tomado en cuenta; llega acuerdos; despiertas consciencias; lleva los argumentos, de la retorica a la puesta en práctica; disuelve intereses ocultos; y termina en resultados favorables para todos.
Hagamos del dialogo un habito de vida, que sea puesto en práctica, para sustituir la confrontación por la construcción de posibilidades. El dialogo no es un paso para una solución, es la solución en cada paso.
Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda (Instagram y Twitter)