Servir de facilitador de procesos de aprendizaje como profesión es un privilegio, me siento bendecido cada vez que me corresponde contribuir con el aprendizaje de un grupo (pequeño o grande) de personas. La gratitud se vuelve reciproca entre los que somos parte de esa comunidad, donde todos nos volvemos aprendices.
La Venezuela que vivo necesita re-construirse, y para ello debe ser re-educada. Esto puede ser un lugar común, puede haber sido escrito o dicho muchas veces, pero lo cierto es que las conductas que estamos mostrando los Venezolanos, son una cruel evidencia, que lo que se ha hecho no ha funcionado.
Hace años conocí el “Aprendizaje Acelerado”, que es la metodología de facilitación, que sirve para que las personas recuperen el placer por aprender, y logren incorporar a su quehacer, nuevas y mejores conductas. Esto se logra a través de múltiples técnicas desarrolladas por distintos autores, que van desde la sugestología de Georgi Lozanov, hasta el uso de los mapas mentales desarrollados por Tony Buzan.
El impacto que ha tenido el uso del Aprendizaje Acelerado en mí y mis socios de aprendizaje, siempre me sorprende, en muchas oportunidades lo logrado por una persona parece un espejismo, pero resulta una afortunada verdad.
Desde el año 2006 a la fecha, ya hemos certificado a través del programa “Trilogía para Facilitadores”, más de 1500 personas, y la tarea permanece; necesitamos millones de seres con este deseo de servirles a otros, para alcanzar la transformación deseada.
Muchas empresas y organizaciones nos han contratado y sigue haciéndolo, para formar sus facilitadores internos, y que ellos puedan ser parte de los cambios que se requieren con urgencia, servir de educadores de sus compañeros de trabajo, y así contribuir a transformar y robustecer la cultura organizacional. Cuando medimos los resultados de contar con un equipo de facilitadores internos, y nos detenernos en los resultados obtenidos, nos damos cuenta que es posible re-educar un país.
Un país de facilitadores
El punto de partida de esta propuesta es: corresponde pensar que la educación supera las fronteras del hogar y la escuela. La sociedad es mucho más que eso, y la responsabilidad por los comportamientos positivos o negativos de los conciudadanos, involucra a muchísimos más actores, incluso unos ubicados en latitudes virtuales.
En el momento en que dejemos de pensar en la escuela, como el lugar donde se educa la gente, y “veamos por la ventana” que tanto los guías de la fe y el mundo espiritual, los empresarios y sus empresas, las instituciones públicas, las ONG, la sociedades de vecinos, los medios de comunicación y las redes sociales, entre otros, son protagonistas de la educación que recibimos, comprenderemos que cada quien tiene una cuota parte de responsabilidad, en la re-educación que debe germinar en este país.
Puede lucir idealista este planteamiento, y lo es; pero han sido los hombres y mujeres con grandes ideales, los que han logrado grandes transformaciones en la sociedad. Este idealismo, es necesario que se entienda como un impulsador de las acciones, para ayudar a establecer una nueva cultura, donde prevalezcan los principios y el comportamiento cívico, de los cuales surjan cada día nuevos y mejores modelos (facilitadores) de los cuales aprender.
Cada oportunidad que una organización de cualquier índole, forma a su gente como facilitadores, indirectamente está cumpliendo con esta sociedad; ya que el país reclama a bramidos, gente que aprenda de manera más eficaz y, que eduque a sus semejantes de manera más coherente.
Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda