Como líder, he aprendido que no hay un libro sagrado ni una revelación divina que te muestre el camino exacto hacia el éxito organizacional. Pero lo que sí sé, y he comprobado una y otra vez, es que para liderar con éxito, debemos tener un modelo de gestión claro, adaptable y sobre todo, humano. Eso es lo que propone el segundo pilar del liderazgo ecléctico: definir tu modelo de gestión, que no es otra cosa que el “cómo” de nuestra labor diaria, el mapa que nos guía hacia los objetivos.
Hoy, más que nunca, los líderes somos llamados a generar resultados concretos, no a dejar las cosas a la suerte. Como líderes de empresas medianas y grandes, estamos en una constante búsqueda de cómo ser más eficaces, cómo optimizar el rendimiento de nuestros equipos y cómo conseguir que la organización no solo sobreviva, sino que prospere en un entorno tan competitivo y cambiante.
Un modelo de gestión claro y adaptable
El liderazgo ecléctico (Si aun no conoces este modelo de liderazgo te invito a ver este corto video) nos lleva a ser versátiles, a no encasillarnos en una única metodología o estilo de liderazgo. Los tiempos demandan líderes que sepan integrar diferentes teorías y herramientas para diseñar y ejecutar planes efectivos. En este sentido, un modelo de gestión es el marco que nos permite no solo marcar el rumbo, sino adaptarnos a los cambios sin perder de vista los objetivos.
Cuando hablo de un modelo de gestión, hablo de algo más que un simple proceso o conjunto de pasos. Me refiero a una estructura en la que podemos basarnos para planificar, organizar y evaluar. Es, en esencia, el método para definir el «qué» y el «cómo» en nuestro día a día. Definir qué queremos conseguir es tan importante como establecer cómo lo vamos a lograr, y esa claridad es vital para que nuestro equipo esté alineado.
He visto cómo muchas organizaciones fracasan no por falta de esfuerzo, sino por no tener una estrategia clara, por no trazar un camino que guíe a todos hacia el mismo destino. Un líder sin un modelo de gestión está destinado a caminar en la oscuridad, esperando que las cosas simplemente «salgan bien». Pero el liderazgo, especialmente en empresas de tamaño considerable, requiere más que buenas intenciones: exige planificación estratégica y capacidad de adaptación.
La importancia de los objetivos y los indicadores
Uno de los mayores retos para cualquier líder es traducir las grandes ideas y propósitos en objetivos concretos. Aquí es donde entran en juego enfoques como el SMART, OKR o MBO, que nos permiten establecer metas específicas y medibles. Estos enfoques son herramientas poderosas, pero su efectividad depende de nuestra capacidad para aplicarlos correctamente y adaptarlos a la realidad de nuestra organización.
En mi experiencia, el enfoque SMART es especialmente útil cuando necesitamos precisión: definir objetivos específicos, medibles, alcanzables, relevantes y con un límite de tiempo es esencial para mantener el foco. Sin embargo, no todos los objetivos pueden encajar en esta estructura. Ahí es donde el enfoque OKR (Objetivos y Resultados Claves) resulta invaluable, ya que permite mayor flexibilidad y fomenta la innovación al enfocarse en objetivos amplios, apoyados por resultados clave específicos. Y si lo que buscamos es una mayor participación del equipo en la definición de objetivos, el MBO (Management by Objectives) es ideal, pues promueve una colaboración más activa entre líder y equipo.
Pero establecer objetivos no es suficiente. Debemos ser capaces de medir el progreso hacia esos objetivos, y para ello necesitamos indicadores de gestión claros y precisos. Un líder que no mide, no puede gestionar. Los indicadores financieros, de procesos y de clientes son algunos de los más comunes, y aunque todos son importantes, debemos elegir aquellos que mejor se alineen con nuestra estrategia.
Seguimiento y evaluación: la clave del éxito
He aprendido, a veces de la manera difícil, que no basta con definir objetivos e indicadores. El seguimiento constante y la evaluación del progreso son esenciales para garantizar el éxito. No es raro que, en el camino, las circunstancias cambien: el mercado se mueve, las necesidades del cliente evolucionan y los retos internos se multiplican. En este sentido, el modelo de gestión debe ser lo suficientemente flexible para permitir ajustes sobre la marcha.
Como líderes, debemos estar atentos y ser proactivos. Si algo no está funcionando, debemos identificar el problema a tiempo y hacer los cambios necesarios. Un modelo de gestión bien diseñado nos permite conocer a qué velocidad avanzamos, dónde están los puntos críticos y qué ajustes debemos realizar antes de que sea demasiado tarde. Este proceso continuo de evaluación y ajuste no solo garantiza mejores resultados, sino que también refuerza la confianza del equipo en el liderazgo.
Una parte fundamental de cualquier modelo de gestión es la asignación de responsabilidades. He visto cómo muchos proyectos se estancan porque las tareas y roles no están claramente definidos. Como líderes, no solo debemos planificar y organizar, sino también asegurarnos de que cada miembro del equipo entienda su papel en la consecución de los objetivos. Cuando todos saben qué se espera de ellos, y cómo su trabajo contribuye al éxito del equipo, el compromiso aumenta y los resultados mejoran.
Es aquí donde el liderazgo ecléctico brilla con más fuerza. Un líder ecléctico sabe que no puede hacerlo todo solo y que el éxito de la organización depende del trabajo conjunto. La colaboración y la participación activa del equipo en la toma de decisiones son fundamentales para generar un ambiente de confianza y responsabilidad compartida. Y esto, a su vez, refuerza el sentido de propósito y pertenencia en cada miembro del equipo.
La brújula hacia el futuro
Al final del día, lo que buscamos como líderes es generar resultados que importen, que marquen la diferencia para nuestra organización, nuestros clientes y nuestros equipos. El modelo de gestión no es un conjunto de reglas rígidas, sino una brújula que nos guía en nuestro camino hacia el futuro. Nos ayuda a tener claro lo que deseamos, cómo llegamos allí y quién es responsable de cada parte del proceso.
El liderazgo ecléctico nos enseña que no hay una única manera de liderar o de gestionar. Nos invita a ser flexibles, a integrar diferentes enfoques y herramientas, y a adaptarnos a los cambios con rapidez y agilidad. Pero, sobre todo, nos recuerda que el liderazgo no es solo una cuestión de resultados, sino de cómo los conseguimos. Es en ese “cómo” donde reside la verdadera esencia del liderazgo.
Si algo puedo dejar como reflexión final, es que el modelo de gestión no es solo una herramienta para el líder, sino una herramienta para todos en la organización. Es el puente entre el propósito y los resultados, entre la visión y la realidad. Y cuando logramos construir ese puente de manera efectiva, los resultados no solo llegan, sino que superan nuestras expectativas.
Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda