¿Cuántas veces, en medio de la presión, te has sentido tentado a buscar la salida más sencilla? Esa que parece más clara, más contundente, más “segura”. Es más fácil ser RADICAL. Pero, ¿realmente funciona?
La radicalización, aunque tentadora, es una trampa. Es el refugio de quienes prefieren no enfrentarse a la complejidad del mundo real. Es el «o estás conmigo o contra de mí» que elimina los matices y nos separa más que unirnos. Como líder, puedes caer en esa postura. La rigidez puede parecer firmeza, pero en realidad es una forma de cerrar puertas, de aislarte y, muchas veces, de apagar la chispa que hace que un equipo diverso florezca.
La diversidad no es el problema
Vivimos en un mundo donde la diversidad no solo es inevitable, sino esencial. Las empresas exitosas entienden que en la mezcla de ideas, culturas y perspectivas está la clave para innovar y mantenerse relevantes. Sin embargo, liderar en la diversidad exige algo más que buenas intenciones. Requiere paciencia, humildad y, sobre todo, la capacidad de escuchar sin prejuicios.
La radicalización es enemiga de esta tarea. Si como líder te refugias en una postura inflexible, no solo estás cerrando las puertas al diálogo, sino que estás perdiendo la oportunidad de aprovechar lo mejor que cada miembro de tu equipo puede ofrecer. Sí, es más cómodo ser “el fuerte” que nunca cede, pero esa comodidad es el camino directo hacia la mediocridad. La verdadera fuerza está en abrirse, en ser vulnerable, en admitir que no tienes todas las respuestas.
¿Y tú, estás dispuesto a ser retroalimentado?
La retroalimentación es una de las herramientas más poderosas para crecer, pero también una de las más subestimadas, sobre todo cuando se trata de los líderes. Es común que tú, como gerente o director, estés acostumbrado a dar retroalimentación a tu equipo. Ahora bien, ¿Te has preguntado quién te retroalimenta a ti?
Tal vez pienses que tu posición en la jerarquía implica que no necesitas recibir feedback. Nada más lejos de la realidad. Los mejores líderes son aquellos que no solo aceptan, sino que buscan activamente la retroalimentación, incluso cuando esta viene de los niveles más bajos de la estructura organizacional. Pero claro, no cualquier retroalimentación. Aquí entra en juego la idea de la “Retroalimentación Apreciativa”.
Este enfoque, basado en los principios de los “Diálogos Apreciativos” de Cooperrider y Fry, nos invita a enfocarnos en lo que queremos construir, en lugar de quedarnos atrapados en lo que salió mal. En lugar de buscar culpables, busca soluciones. En lugar de criticar, busca resaltar lo que funciona y cómo potenciarlo. No se trata de ignorar los errores, sino de abordarlos desde un lugar constructivo que inspire a crecer.
Construir un liderazgo que inspire
Un liderazgo verdaderamente transformador no se logra desde la rigidez ni desde la idea de que “el jefe siempre tiene la razón”. Se construye con una mentalidad abierta, dispuesta a cuestionar sus propias creencias, a escuchar perspectivas opuestas y a aprender de ellas. Esto no es señal de debilidad, sino de una fortaleza enorme: la humildad.
La humildad de aceptar que necesitas la diversidad para triunfar. La humildad de reconocer que no tienes todas las respuestas. Y, sobre todo, la humildad de aceptar que tus decisiones serán más sabias si están informadas por la riqueza de opiniones de tu equipo.
En este mismo sentido, la radicalización, tanto en el ámbito personal como organizacional, genera entornos hostiles, estancados y resistentes al cambio. En contraste, un liderazgo que abraza la diversidad crea espacios para la innovación, el aprendizaje y la colaboración. Pero esto requiere esfuerzo. Tolerancia, escucha activa y empatía no son habilidades que se adquieren de la noche a la mañana; son prácticas que deben ejercitarse.
Sin embargo, estas prácticas son invaluables en la gestión de equipos diversos. No es fácil dirigir cuando cada miembro del equipo aporta un trasfondo cultural, una perspectiva y una manera de trabajar diferentes. Pero es precisamente esta diversidad la que, bien gestionada, puede convertirse en tu ventaja competitiva más poderosa.
Como líder tienes la responsabilidad de romper con los esquemas radicales. De no caer en la tentación de “blanco o negro”. De liderar desde la inclusión y no desde el miedo. Porque el verdadero liderazgo no se mide por cuán firme seas, sino por cuán flexible puedes ser para encontrar soluciones que beneficien a todos.
Haz de la retroalimentación una cultura
No esperes a que alguien más tome la iniciativa, al dirigir, debes ser el primero en crear una cultura de retroalimentación abierta y constructiva. Esto no solo mejora la comunicación dentro del equipo, sino que genera confianza, elimina barreras y fomenta la mejora continua. Más importante aún, la retroalimentación te ayuda a mantenerte conectado con las necesidades y preocupaciones de tu equipo.
La retroalimentación apreciativa, en particular, es una herramienta que deberías incorporar en tu día a día. Siéntate con tu equipo, pero también permite que ellos se sienten contigo. Abre la puerta a conversaciones honestas, donde ambas partes puedan salir fortalecidas. Si logras esto, no solo estarás mejorando como líder, sino también ayudando a tu equipo a crecer junto contigo.
Si algo queda claro es que liderar en un mundo diverso no es fácil. Requiere valentía para cuestionar tus propias creencias, paciencia para escuchar y empatía para comprender. Pero lo más importante es que requiere compromiso: contigo mismo, con tu equipo y con los resultados que buscas alcanzar.
La radicalización puede parecer tentadora, pero no es la solución. El liderazgo verdadero se encuentra en el punto medio, en el diálogo, en el esfuerzo por construir puentes y no muros. Así que, ¿estás listo para dejar atrás las posturas cómodas y asumir el desafío de liderar desde la apertura y la retroalimentación? Porque, al final, ese es el liderazgo que realmente transforma.
Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda